domingo, 13 de noviembre de 2011

AURORA

Sentimentiras de Amparo Balsas


Las manos le tiemblan. Parece que todo el hielo del polo se haya condensado en un solo punto cardinal, sus manos... huesudas, pálidas y con unas uñas mordisqueadas hasta el límite, hasta producirle dolor, un dolor mayor que el que ya siente, un dolor que mate a otro dolor hasta que su sufrimiento acabe por acabar con ella. Sus manos rojas, despellejadas, tiritan, se retuercen... las venas sobresalen moradas ante tanta blancura y en las muñecas una rojez rodea las esposas. Son unos pocos pasos, tan sólo ciento siete los que la separan de la vida, los que la llevan a la muerte. Ella se lo ha buscado. Da igual si es inocente o culpable. Es la ley y se debe cumplir. Vela por nuestra seguridad, pero... ¿quién vela por esa mujer que llora inmóvil en el paso cuarenta y cinco incapaz de dar uno más? ¿Quién vela por esa mujer que abraza el brazo de su carcelera y grita: ¡Tengo miedo!? Sabe que se dirige a su fin, a ella que nunca le gustaron los finales, que siempre se salía del cine antes de que acabaran los musicales. Está inmóvil, atada a una tabla como un animal, con la capucha negra y la soga al cuello, llora, grita, se retuerce de terror. La muerte entra por la puerta y asciende la escalera que lleva a la tarima, esa tarima en la que, de un momento a otro, se abrirá un abismo, un abismo del que ella cuelga inerte para siempre.

(Inspirado en la película Bailar en la oscuridad de Lars Von Trier)

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